Architectural Digest | Ghada Amer: "No soy activista, pero creo en el poder de la belleza y la sutileza para señalar injusticias"

December 7, 2023

BY PATRICIA MORENO

November 7, 2023

 

Ghada Amer aterriza en Valencia con una de sus esculturas-jardín

 

No es la primera vez que Ghada Amer (El Cairo, Egipto, 1963) intenta sacar adelante un jardín en Valencia. “Ahora entiendo que entonces no tenía todos los conocimientos, no estaba preparada”, dice en referencia a su experiencia de 1998 en Sagunto. Tampoco pudo ser en el IVAM en 2004. Esta vez sí. Lo celebra durante la presentación de la instalación que confirma que lo suyo no era un imposible. En el Jardín del Turia, desde los cielos configura el lema “Esto nos salvará”, un mensaje de aliento no exento de crítica en plena emergencia climática; en la tierra, de cerca, se aprecian pequeños huertos en los cubículos de acero corten que dan forma a las letras. Col lombarda, kale, hinojo, remolacha… Y, por supuesto, arroz, pese a no ser temporada. No podía ser de otra forma, dada la ciudad que ha elegido la artista para rematar un mapa internacional que acoge sus obras simultáneamente. Las otras dos son Nueva York (con las Tina Kim Gallery y Marianne Boesky Gallery) y Londres (con la Marian Goodman Gallery).

 

En la ciudad del Turia, que en 2024 es Capital Verde Europea, sus brazos durante esta producción de alta exigencia son los de la Galería Ana Serratosa en colaboración con la Galería Kewenig. “Es un reto porque llevamos el arte a espacios donde realmente no hay medios, ni tecnología, ni tampoco luz y agua”, comparte la galerista valenciana, que pretende que el cultivo de las hortalizas genere una obra en movimiento, pero también una misión colectiva. Para ello, hasta marzo, cuando recogerán la cosecha y finalizará el proyecto, instruirán a niñas y niños de colegios como guías, para que estos enseñen a sus familiares y amigos a cuidar el huerto. En la imagen que preside este artículo, Ghada Amer posa con el pin con el que identificarán a los menores. “Estamos ante un ejemplo muy peculiar en el que se unen perfectamente ética y estética”, razona Pedro Medina, comisario de la triple muestra. “Se sitúa dentro de esa estética de la resistencia tantas veces reivindicada por Susan Sontag, quien concibe la obra de arte como instrumento para detectar los males de una época, dando pie a una nueva sensibilidad crítica”.

 

La escultura-jardín de Ghada Amer donde se puede leer desde las alturas “Esto nos salvará”. Photo: Nacho López Ortiz.

 

Esta escultura-jardín viene acompañada de una instalación en Domicilio Particular, un edificio histórico de la valenciana calle Cabillers que la galería de Serratosa ha rehabilitado e inundado de arte contemporáneo100 words of love es la propuesta tridimensional de Amer, que se podrá ver en el escaparate de este singular espacio. Una ubicación concebida para sorprender a los viandantes y redirigirles mediante un código QR al jardín. “Hay cien maneras de expresar amor en árabe. A partir del 11-S, surgió mucha islamofobia y de alguna manera impactó en mi obra”, explica la artista, que en esta propuesta, de nuevo, desafía lo establecido. “En la cultura musulmana, está mal visto que un elemento creado por las personas proyecte una sombra. Ese poder se reserva a Dios. Por lo que la escultura siempre está en el punto de mira. En este caso, quise que una forma redondeada provocara que la sombra de esas palabras contorneadas quedaran en el interior, protegidas”.

 

La tercera parada en la que adentrarse en el universo de la artista de origen egipcio es la galería principal de Ana Serratosa, en un ático de la calle Pascual y Genís, en pleno corazón comercial de la ciudad. La selección de piezas plasma su aportación al feminismo, en una reivindicación continuada de los derechos de las mujeres desde sus comienzos en el arte, con especial hincapié en el mundo árabe, a través de una proposición erótica de la anatomía femenina, pero mediante la sutileza que aporta el medio artístico, como el bordado o la cerámica. Estas técnicas no resultan escogidas al azar: son las que históricamente se han reservado a las mujeres por considerarse poco relevantes. Ella, por su parte, siempre ha optado por resignificarlas desde el poder. “Lo mismo trato de manifestar a través del huerto. Han sido las abuelas y madres las que han estado a cargo de los cultivos, en una cultura del cuidado que el sistema trató de anular, etiquetándolas como brujas”, concede.

 

Reparar la invisibilidad femenina en el arte

 

Nacida a mediados del siglo XX en Egipto, con una infancia marcada por la guerra y en una sociedad que ofrecía un destino cuanto menos limitado a las mujeres, nunca soñó con ser artista. “Ni siquiera sabía qué era el arte. Eso sí, siempre me gustó dibujar. Más tarde fui a la escuela de arte en contra de la voluntad de mis padres. Para mí, era lo único que me haría feliz en este mundo. No podía hacer otra cosa”. De las medianas de cuatro hermanas, su padre, de origen humilde, se convirtió en diplomático y les inculcó la devoción por los idiomas. Así, cambió África por Europa, recalando en Francia. En la actualidad, reside en Nueva York. Su madre, agrónoma, le descubrió el poder de la comunidad a través de mujeres que intercambiaban conocimientos considerados femeninos, como la costura o las hierbas medicinales. Dos legados que, sin duda, vertebran su obra.

 

Si hoy Ghada Amer construye esculturas-jardín, en sus inicios optó por coser para transmitir su mensaje. “No es que me gustara particularmente, fue una elección porque mi objetivo era concienciar de que la mujer ha sido excluida de la historia del arte”, e insiste en que no se trata de trabajo textil, sino de pinturas con bordados. La también comisaria del proyecto Viviana Kuri razona: “Su elección de los materiales es una decisión poética: optar por lo que históricamente se han considerado técnicas menores y, por tanto, relegadas a la mujer, en un mundo como el del arte que se ha visto como masculino, especialmente el de la pintura abstracta”.

 

Parte de la obra de Amer se caracteriza pore scenas de erotismo femenino, en un desafío al fundamentalismo religioso que conoció de niña. Photo: Nacho López Ortiz

 

En algunas de sus pinturas bordadas, como las presentes en Valencia, se pueden leer mensajes como If you are neutral in situations of injustice, you have chosen the side of the oppressor [Si eres neutral en situaciones de injusticia, has elegido el lado del opresor], que se atribuye a Desmond Tutu, pacifista sudafricano que luchó contra el apartheid. Han sido producidas en El Cairo con una milenaria técnica egipcia, una artesanía que muestra hoy sus últimos vestigios. Sobre estas obras, Pedro Medina comparte: “A la vista, parecen un código QR o un laberinto. Son piezas que desde un punto de vista formal son atractivas y, al mismo tiempo, esconden un mensaje. Le pregunté a Ghada si creía que el arte podía cambiar el mundo y ella me respondió que era escéptica de que pueda hacerlo de manera directa, pero que sí creía que podía incidir en las conciencias o en la forma de ver de la gente, y eso puede empujar algún cambio”. “Cambiar las formas de ver puede cambiar la forma de actuar sobre el mundo”, reflexiona el comisario.

 

Pese a ello, la artista no se ve a sí misma como militante feminista. “No soy activista, soy artista”, aclara. “Quiero crear cosas hermosas, creo en el poder de la belleza y la sutileza para señalar injusticias. Quiero crear nuevos códigos en el lenguaje visual. Creo que ser activista hará que tu arte no sea tan bueno porque tienes como objetivo cambiar a alguien, incluso si no quiere. Eso es propaganda”. Piensa en silencio, y prosigue: “Tal vez tengo un contenido político. Pero así es como hago mi arte”, comparte en conversación privada con AD España.

 

Hacia la soberanía alimentaria

 

Sin embargo, su feminismo impregna su vida y obra. Vuelve a hablar de su familia. Se emociona al traer a su padre de nuevo a la conversación. “Era una persona muy inteligente. Creció durante la colonia inglesa, cuando los niños egipcios no iban a la escuela, solo los más brillantes; y él fue uno de ellos. A mis hermanas y a mí siempre nos transmitió que la educación es la clave del éxito o, al menos, fundamental para tener una vida mejor. De hecho, nos envió a la mejor escuela. La gente le decía que estaba tirando el dinero al llevar a niñas a un colegio internacional. Él quería que habláramos francés”, dice en un inglés que domina a la perfección. Y añade: “Tenía todo planeado para nosotras. Era un hombre adelantado a su tiempo. Era más feminista que mi madre. Y tener ese referente fue un privilegio, por ejemplo, en comparación a mis primas”. Actualmente, sigue estrechamente vinculada a sus hermanas, de hecho, una de ellas se encarga de todo a lo que Amer no llega, como mantener su web y redes sociales actualizadas.

 

En los jardines existe una continuidad. Son, así, una evolución natural de su trabajo, como sugiere Kuri. “En lugar de cerámica o bordados, utiliza la tierra, que evoca a una generación de frutos, de vida; así como a los cuidados, siempre ligados a la mujer. Lo que propone Ghada con estos catorce cultivos es una manera diferente de habitar las ciudades y volver a estar en contacto con el ciclo de los alimentos. Hay una propuesta para que la ciudadanía, acostumbrada a comprar en los supermercados, conecte de nuevo con ellos. Apela a la problemática mundial en lo que respecta a la ecología y la falta de alimentos”. El sustrato empleado en los huertos absorbe, además, el CO2, de manera que revierte positivamente en el entorno. En la ubicación, próxima a la Ciudad de las Artes y las Ciencias de Santiago Calatrava, descansa también una crítica: frente a la arquitectura espectacular, esculturas-jardín que potencien el trabajo comunitario, el cultivo de alimentos y los espacios seguros, ya que la Galería Ana Serratosa ha hecho posible un plan de seguridad en torno a esta obra, no solo en su mantenimiento, sino también en la habitabilidad de este espacio verde por la noche. Una decisión vinculada a lo que se promueve desde la arquitectura feminista.

 

Esta instalación es una nueva versión de su célebre serie de jardines, iniciada en 1997 y que obtuvo fama mundial en la Bienal de Venecia de 2005, gracias a la comisaria, escritora y asesora de colecciones de arte Rosa Martínez. En esta ocasión, con la particularidad de convertir la pieza en un huerto donde crecen plantas reales. Amer vuelve a su infancia. “Cuando era pequeña, no vivíamos en la abundancia. No teníamos mucho para comer, así que eso te hace ser más cuidadosa y agradecida. No tiras la comida, la guardas para la mañana siguiente, porque no sabes qué va a pasar, si vas a tener algo en la mesa. Cuando llegué a Occidente vi por primera vez un supermercado. Tenía once años. Lo recuerdo como un cuento de hadas. Era muy diferente. En Egipto había racionamiento; ahí, en Francia, podíamos tener lo que quisiéramos”. Esa vivencia, en la crisis climática contemporánea, le lleva a defender la soberanía alimentaria o la capacidad de producir alimentos para el consumo propio, sin depender de las grandes corporaciones ni de gobiernos.

 

Al haber vivido en los dos extremos, hoy se cuestiona el sistema. “La desigualdad que más me preocupa en estos momentos, por encima de la de género, es la de clase: la brecha entre ricos y pobres”, confiesa. ¿Y qué le mantiene viva en su arte? “Tengo 60 años. ¿Cuántos años me quedarán? Ya no en mi carrera, sino en mi vida, lo que me mueve e inspira es… La rabia”.